“Frente al mapa del Chocó pegado a un vidrio y con mi mano izquierda, les señalé los municipios a visitar y les advertí: La situación en esta zona es muy grave. Las misiones humanitarias sirven para hacerle un informe más robusto al Gobierno y visibilizar. El país no sabía que ocurrieron combates y seis personas murieron, por eso estamos acá, para dar a conocer la realidad del Chocó”.

“Los indígenas de la comunidad de Aguablanca tuvieron que dejar casi todo y refugiarse en Tribugá. No saben qué va a pasar en sus vidas, si tendrán que quedarse por meses con personas que los recibieron a pesar de sus carencias… o si les dan otro terreno, en donde puedan volver a construir sus casas… o si retornarán a su población”.

“Andrés, un campesino de unos 60 años, canta parte de la historia de Tribugá: ‘El 25 de enero, un caso muy singular, se tomó la autodefensa al pueblo de Tribugá. Estábamos acorralados, solo pensando en morir, no había quién nos ayudara, solo Dios estaba aquí. Como tenían las armas, eran unos altaneros. Todos somos campesinos, ¿por qué vamos a pagar?’”.

“La ruta de la Misión Humanitaria Pacífico chocoano y Quibdó terminó en la capital chocoana, en donde ubiqué mi despacho para seguir escuchando a las víctimas, voceros de la comunidad afro e indígena y de la Iglesia, las Fuerzas Armadas, la educación y la salud”.

“‘Cuando ese mar se enoja, no tenemos cómo entrar o salir. Y a veces son olas de hasta cinco metros’, me dice un hombre con la experiencia del pescador. Y yo respondo que lo vivimos, es un mar que golpea fuerte. Pero que fue muy bueno haber llegado a Juradó, tenemos que movernos como se mueve la gente en sus territorios”.

“Para mí es muy importante haber ubicado en un mapa este sitio y ahora poder estar aquí con colombianos en el corregimiento panameño de Jaqué, conociendo lo que les sucede. Tenía esta meta de venir acá y lo hicimos con periodistas porque queremos que el país se entere de lo que decimos y lo que pasa en esta costa Pacífica”.

“Nos preocupan y actuamos ante las denuncias de reclutamiento forzado de niños y niñas indígenas, sobre todo el ELN. Nos dicen que también hay mujeres a las que se llevan con promesas de que les va a ir bien y van a poder ayudar a sus familias; pero todo es mentira”.

“Luego de escuchar las peticiones de los colombianos en Jaqué, de mejores servicios de salud sin ir hasta las grandes ciudades; que los dejen abrir el comercio y el libre tránsito entre los dos países; garantías de empleo y recursos para sus propios cultivos o emprender pequeñas empresas, me despido. Hay una sensación de nostalgia en el aire”.