la historia del país
“En las misiones humanitarias recorrimos zonas caucanas. Ojalá llegue un día en Colombia en que la violencia, la corrupción y la pobreza sean como aquellos objetos obsoletos y olvidados que dejamos en un desván para nunca jamás ser usados”.
“Hay comunidades que permanecen unidas a pesar de los grupos armados ilegales, el reclutamiento forzado de los niños, la minería irregular y la estigmatización a líderes sociales. Los buenos somos más, ustedes existen, son importantes para el resto del país”.
“En estos años tuvimos jornadas en las que no dormimos más de tres o cuatro horas y, al hacer una retrospectiva, no sé cómo hicimos para llegar a tantos lugares, porque si uno mira en el mapa los recorridos, fueron cientos de kilómetros los que se avanzaron en lancha, carro, mula o a pie”.
“Lo he repetido: para mí, los obstáculos en las carreteras o los ríos son una oportunidad de conocer las contingencias de la Colombia profunda y luego, directamente, al ser humano que las sufre y elimina a diario; sentir su saludo, las manos fuertes del cultivador, el abrazo y el cariño de la mujer campesina o el apoyo del joven estudiante”.
“Para mirar hacia el futuro de los pueblos y municipios que han sufrido los embates de la violencia, se debe conocer mejor su pasado. No solo saber que existen en los mapas; sino hacerles ver a sus pobladores que desde el Estado valoramos y entendemos su realidad”.
“Me impresionó la fuerza de la población en El Salado, al no destruir la cancha de fútbol en donde fueron asesinados sus familiares o vecinos y mantenerla como símbolo de esa hecatombe causada por las autodefensas al torturar, violar y matar a inocentes mientras escuchaban música. Este pueblo tiene una belleza humana que emociona”.
“No había tiempo para pensar en el cansancio, porque el compromiso fue maravilloso al escuchar a la gente en sus territorios. La prioridad era estar en sitios marginados y muy difíciles y por eso mismo, con una comunidad que merece más respeto, a la que había que atender de manera seria, sin afanes”.
“Son demasiados los recuerdos que tengo de estos años. Miles de personas, de rostros, de lugares que fueron conocidos. Momentos de amabilidad y cariño, de rabias y trabajo por hacer ante casos de corrupción que duelen más cuando los afectados son quienes viven del día a día”.
“En Cravo Norte aprendí lo que era un ‘lomo de perro’, un espacio plano en el que pueden ir y venir las motocicletas por entre las vías inservibles. En un municipio donde se clama por una carretera para no estar aislados del mundo, por lo menos el ‘lomo de perro’ sería una solución”.
“Hay que seguir trabajando y mirar cómo podemos sacar de la pobreza absoluta a tanto colombiano que escuchamos, con quienes nos vimos. Les doy las gracias por recibirnos. Abrir las puertas de sus casas, colegios, bibliotecas, centros comunales o incluso organizar mesas y sillas en sus parques son muestra de benevolencia, de cordialidad y de la sencillez que caracteriza a los colombianos”.
“Los colombianos somos gente trabajadora. Me encontré con una sociedad pujante y emprendedora. Incluso a pesar de la falta de recursos o las vías, que son la única conexión con el desarrollo”.
“Entre La Playa y Hacarí también nos detuvimos a ver el paisaje, los cultivos de tomate, fríjol o maíz y por eso repetí mi mensaje de que el Catatumbo no es solo coca, sus habitantes no pueden ser estigmatizados como cultivadores y raspachines explotados por los narcotraficantes”.