estar cerca de la gente
“En estos años aprendí que igual como ahora nos lo demuestra esta época del COVID-19, estamos viviendo gracias al señor policía, al señor del Ejército; a quienes cultivan y traen en camiones la papa de Boyacá o de Cauca; el ñame y la yuca de la Costa; el banano de Urabá; el arroz del Tolima. Como nos lo enseñan nuestros indígenas, se requiere mayor respeto y humanidad con el otro, y que agradecer cada día a la vida, nunca estará de más”.
“En estos cuatro años he hecho una maestría en humanidad y en reconocer Colombia, algo que ha sido muy importante para mí; pero de igual manera he tenido que hacer muchos sacrificios. Aunque eso no me ha impedido seguir en mi labor, porque soy un hombre que está acostumbrado a trabajar desde muy joven”.
“Antes de llegar a ser el Defensor del Pueblo, cuatro años muy importantes en mi vida, había recorrido parte del país como funcionario del Incora (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) y tuve mucho contacto con los ciudadanos cuando fui cónsul en Estados Unidos. Fueron experiencias que me sirvieron para la labor humanitaria en la Entidad”.
“En las misiones humanitarias, como todos los días de mi vida, pienso en las enseñanzas de mis padres, ya fallecidos, así como en mi familia y el país que vamos a tener a futuro. Escucho a las comunidades y reflexiono en que nos toca trabajar mucho para bajar los niveles de violencia en los campos de Colombia porque desafortunadamente la paz no llegó completa. ¡Pero los colombianos nos merecemos la paz y no la guerra!”.