Cap.02
Labor

cumplida

Las batallas en defensa de los derechos humanos dejan frutos concretos y la satisfacción de un trabajo bien hecho. Desde la protección a los niños venezolanos, hasta tener agua potable y fría en una comunidad de La Guajira, son realidades que también se reconocen en otros países por el trabajo de Carlos Negret como presidente del GANHRI.
Ipiales - Nariño
Arauca

“Estar en las misiones humanitarias por caminos, territorios y rutas, me permitió conocer cómo los migrantes venezolanos llegaban al país en situaciones críticas; pero sobre todo me impactó ver en sus ojos la incertidumbre. Eso me llevó a plantear el proyecto de ley para dar la nacionalidad por adopción a los hijos e hijas de extranjeros venezolanos que están en situación de inmigración irregular, nacidos en el territorio colombiano”.

Arauca
Centro de Atención Transitorio al Migrante en Cúcuta – Norte de Santander
Bogotá
Buró del GANHRI - Colombia

“El que las demás entidades que defienden los derechos humanos en el mundo hayan estado de acuerdo en escoger a un colombiano como presidente del GANHRI, se debe a que es muy conocida y valorada nuestra presencia en las ciudades, veredas y pueblos con los defensores comunitarios, los analistas del SAT, las duplas de las delegadas y todos los servidores de la Defensoría del Pueblo de Colombia para difundir, proteger y defender los derechos humanos de los colombianos”.

Buró del Ganhri - Colombia
Nueva York – Estados Unidos
Bocas de Guamal - Chocó
Comunidad El Paraíso en Riohacha – La Guajira

“Nos movilizamos para que la comunidad de El Paraíso tuviera agua potable y fría, como lo pidió una niña. Ver cómo aquellos niños deben beber agua insalubre, sucia y bajo ese intenso calor del desierto, obligados a hidratarse, no cuando quieren sino cuando les toca, son realidades que afligen a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad social”.

Timbiquí - Cauca
Buenaventura – Valle del Cauca
Bocas de Guamal - Chocó

“Para la liberación de seis personas, fuimos en dos lanchas grandes por el río Atrato y luego por el río Neguá. El problema fue que los motores empezaron a golpear las piedras y tuvimos que bajarnos en un caserío. A Dios gracias se nos dio el primer milagro, porque llegamos a un punto donde, para nuestra fortuna, tenían diez botes pequeños con sus motores”.